El pedante gusta hablar en un continuo punto y seguido, las investigaciones no han conseguido dilucidar si este aspecto de su personalidad, se debe a su innato miedo a ser interrumpido o corregido, a su gusto por oírse, o a una alergia crónica a aprender algo, de alguien, alguna vez.
El pedante se mueve bien en ambientes multitudinarios, en los que permanece callado y casi invisible hasta que consigue hacerse con un lugar (a poder ser céntrico y visible) en la asamblea. Una vez que sus víctimas bajan la guardia y van tomando posiciones, el pedante sabrá que ha llegado su momento, que la buena educación reinante, le ofrecerán al menos una media hora de audiencia mínimo, sin gestos descaradamente hostiles.
La verdad es que el pedante lo pasó mal en su infancia. A pesar de su empeño y constancia para conseguirlo, su madre nunca le dijo: "Cállate niño que eres más pesado que una vaca en brazos!". Así que vaga por el mundo cual Marco, buscando esa voz que le haga callar. Pero solo encuentra niñas porreras que se lo quieren tirar, porque el pedante ya tiene pelos en las patillas y nadie se atreve a decirle la verdad y que sus citas de Cioran y Marcuse (que no ha leido, pero pronuncia a la perfección), solo sirven para calentar a las veinteañeras.
Una buena pasada de la Silkepil por las patillas y se le iba tanta pedantería.....
ResponderEliminarMe acabas de poner colorado. Voy a recortarme las patillas y a terminarme el Brevario de podredumbre de Cioran. Intentaré cambiar lo de los puntos y seguidos.
ResponderEliminarJa ja ja, cefiro si te planteas cambiar lo de los puntos y seguido, es que no eras el retratado en este post, un buen pedante nunca lo haría. ;)
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