Antes pensaba que esa fascinación mía por las ferreterías era un reflejo de el lado masculino que como toda lesbiana que se precie, debo tener por algún lado. Pero esta tarde he entrado a una mercería y he pasado los quince minutos de cola más agradables de mi vida. La dependienta (mujer de 50, ropa de monja que viste de calle, y pinta más de tía, vecina, maestra... que de amante) atendía con toda tranquilidad a las mujeres que estaban en el mostrador y mostraba un interes tan real por el problema, que cada una de ellas le contaba (sobre un color concreto de lana o la puntilla con la que debían coser un ribete de una toalla) que no he podido evitar pensar que ya quisiera Krzysztof Kieślowski que alguien prestara tanta atención a cualquier minuto de una de sus películas.
Mientras solucionaba cada uno de los pequeños mundos de sus clientas, me he perdido entre botones, cintas, lanas, corchetes, automáticos y carretes de hilo de mil colores que llenaban las paredes. Definitivamente esas cosas pequeñas que sólo ves después de un rato, cuando se te ha acostumbrado la vista al mogollón y empiezas a distinguir los cachivaches concretos que son parte de ese gigante mosaico de las cosas "útiles", es lo que me atrae con un magnetismo casi vicioso.


El momento botones tb me fascinó a mi en su momento.
ResponderEliminarHace poco hablaba con alguien y me decía que no entendían el funcionamiento de esta mercería en concreto, con las "monjas" y María Antonia cobrando en la caja, que si no podía ser rentable, bla bla bla... A mi me da igual que sea lo que quiera, me encanta esa tienda.
si, espero que sigan existiendo tiendas así durante mucho tiempo. La Mariantonia se queda con ese mote, le va que ni pintado jajajaja y cotilleando un poco ¿crees que no se fía de las otras, o es que le quieren dar a la mujer alguna función ya que se pasa las tardes ahi plantada? ea
ResponderEliminar