La piedra y la estrella no nos imponen su música,
las flores callan, las cosas parece que oculten algo.
Los animales niegan en sí por nuestra causa
la armonía de la inocencia y el misterio.
El viento tiene siempre el pudor de una simple señal
y lo que es el canto lo saben sólo los pájaros enmudecidos
a los que el día de Nochebuena echaste una gavilla sin trillar.
Les basta existir y eso es inexpresable. Pero nosotros,
nosotros sentimos miedo y no sólo en la oscuridad,
sino que incluso en la fecunda luz
no vemos a nuestro prójimo
y aterrados hasta un conjuro violento
gritamos: ¿Estás ahí? ¡Habla!
VLADIMIR HOLAN Avanzado
(Checoslovaquía-1905)
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